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martes, 1 de marzo de 2016

‘Mujeres que dejan huella’, una agrupación que construye paz con obras de amor y esperanza



Los talleres de formación los reciben los lunes de cada semana, las nuevas integrantes son acogidas por las lideresas del grupo quienes trabajan bajo la orientación las hermanas religiosas.
Esa parece ser la consigna de un grupo de mujeres, que guiadas por algunas religiosas de distintas comunidades, han logrado llenar un vacío, dejado por la incertidumbre, la desesperanza, el temor y el miedo, que se mezclan para formar el común denominador de estas personas, que en su mayoría han tenido que desplazarse como víctimas del conflicto armado o simplemente huyendo de la pobreza, ocasionada por este mismo fenómeno que azota el país desde hace varias décadas.

El escenario donde se desarrollan estas acciones es el barrio Diana Turbay (Carrera 10 # 48 T 47 Sur) en el sector del Valle de la Localidad 18 Rafael Uribe Uribe en Bogotá, una de las ciudades donde, según la Asociación Internacional para el Estudio de la Migración Forzosa, se ha convertido en la capital mundial del desplazamiento. El estudio presenta cifras que revelan que en Colombia hay 5,3 millones de desplazados, de los cuales 350 mil viven en Bogotá y 40 mil residen en el municipio de Soacha.


De otra parte y de acuerdo a cifras reveladas por la organización no gubernamental de carácter internacional denominada Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (Codhes), se detectó que las zonas desde donde más se desplazan las personas es la región del pacífico, de lugares como Tumaco y Buenaventura, y de zonas fronterizas con Venezuela como el departamento de Norte de Santander, el informe acotó que en 2014 cerca de 220 mil personas se desplazaron desde estos lugares.

Esta problemática ha resultado que las grandes urbes, como la ciudad capital Bogotá, enfrente un fenómeno que se ha traducido en más pobreza, desempleo, delincuencia y un semillero de cultivo, donde las bandas criminales han encontrado las condiciones ideales para hacer crecer sus negocios de micotráfico, extorsión y sicariato, por mencionar solo algunos de estos.

En medio de este panorama, resulta loable y digno de registrar, el hecho de que un grupo de mujeres se hayan reunido y de la mano de personas religiosas voluntarias, hayan decidido cambiar de pensamiento, y de visión frente a la vida y hayan tomado el camino de la reconciliación, primero consigo mismas y luego con su entorno, y a través de estas nuevas acciones lograr superar su condición de vulnerabilidad y mejorar su calidad de vida con nuevos sueños y metas.

“Este grupo se formó en el 2010, luego de que visitamos un comedor y propusimos la idea de capacitar a mujeres en condición de vulnerabilidad, víctimas del desplazamiento o cabezas de familia, como una forma de ayudar a estas personas necesitadas; empezamos con tres miembros y luego fue creciendo; fueron ellas las que posteriormente escogieron el nombre –Mujeres que dejan huella– pensando en dejar un legado de esperanza para sus hijos”, manifestó la religiosa Cristina Delarue, de la comunidad Hermanitas de Nazaret, quien trabaja como voluntaria y ha sido testigo de los resultados alcanzados con esta iniciativa. 

Según la hermana Cristina, el grupo ha llegado hasta 30 miembros, por diversas circunstancias algunas se retiran pero llegan nuevas integrantes, con deseos de superarse, de crecer de forma conjunta y a la vez de compartir sus saberes, aprendidos en sus lugares de origen, con todas sus compañeras como parte de un gesto solidario y enriquecimiento de conocimientos.

“En los talleres que realizamos semanalmente las capacitamos en temas de psicología, estudio bíblico, sana convivencia y elaboración de artesanías, entre otros, además, ellas también comparten recetas de platos de sus regiones y artes manuales que han heredado de sus ancestros”, agregó la religiosa.

Las experiencias registradas por parte de las participantes, de en este grupo solidario de ayuda, dan fe de la importancia que tiene desarrollar este tipo de actividades que construyen el tejido social y brindan esperanza y ayuda práctica para las personas que debido, a diferentes circunstancias de la vida, han tenido que afrontar el fenómenos como el que ha vivido nuestro país en las últimas décadas.

“Hace cuatro años ingresé al grupo y he visto el proceso que ha permitido la transformación de muchas personas que han decidido que su vida sea diferente, han encontrado un propósito que les motiva a cambiar y ayudar a otros a hacer lo mismo, me he sentido muy satisfecha con esta labor como líder del grupo y el apoyo que hemos recibido por parte del voluntariado de religiosas que nos han guiado para organizarnos y continuar en esta labor solidaria”, señaló Alcira Daza, miembro activa y lideresa del grupo ‘Mujeres que dejan Huella’.

Las acciones que realizan este grupo de voluntarias religiosas, hace parte del trabajo que viene adelantando la Conferencia de Religiosos de Colombia (CRC) en pos de los objetivos de la Comisión de Justicia, Solidaridad y Paz que consisten en la promoción del respeto, la defensa, el impulso a la integralidad de la vida, los derechos y dignidad de cada persona.

El plan de trabajo con población vulnerable surgió a raíz de la realidad que vive nuestro país por el fenómeno del desplazamiento el cual tiene a Bogotá como una de las salidas a este drama y el papel de la mujer en el contexto del conflicto armado donde la soledad y la discriminación se acentúan y la falta de oportunidades son más escasas para este tipo de población.

Según la Comisión de Justicia, Solidaridad y Paz de la Conferencia de Religiosos Mayores de Colombia (CRC) entre las metas como estrategia para la recuperación social de estas personas están: crear una oficina que conozca seriamente este problema, hacer contactos con entidades y personas de donde provienen, para así intentar un retorno, potenciar y ampliar el trabajo de la Red Tamar en la dignificación y concientización de los derechos de la mujer en un contexto de maltrato, violencia y machismo.

Además, animar, apoyar a la Vida Religiosa y laical en zonas de conflicto a través de líneas de acción y acompañamiento, también involucrar a las personas y organizaciones que pueden ayudar a resolver este problema e implementar un centro de escucha en Soacha, ampliar el trabajo de dignificación de mujer, a través de la Red Tamar a otras seccionales, realizar acciones conjuntas entre equipo itinerante y Red Tamar y memoria histórica, brindar acompañamiento y formación. Escuchar a los agentes de la pastoral que viven en estas zonas, hacer un análisis de realidad y espiritualidad de resistencia, crear talleres de resolución de conflictos, etc. Y hacer presencia física del equipo itinerante durante algunos días o semanas de acompañamiento.

Para la religiosa Cristina Delarue, de nacionalidad belga y quien ha realizado este tipo de acciones en países como Venezuela, participar de esta actividad con personas vulnerables ha sido una experiencia grata y de fortaleza espiritual, “me siento muy bien ahí, uno lo hace con gusto y con amor y también recibe de parte de estas personas esa gratitud y afecto que es difícil de explicar, pero que llega a ser un factor muy grande de motivación para continuar con este ejercicio solidario”.

Es placentero encontrar experiencias como las que desarrollan agrupaciones como ‘Mujeres que dejan Huella’, al difundir estas acciones esperamos generar sensibilización entre las comunidades y a la vez permitir que quienes deseen hacer parte de este compromiso social, se sientan motivados a ingresar, ya sea como apoyadores, integrantes beneficiarios, para seguir construyendo el tejido social de las poblaciones menos favorecidas, que les ha correspondido el papel de víctimas, en un escenario que nadie ha pedido pero del cual todos somos parte.

El Corazón de tu Ciudad entrevistó a la hermana Cristina Delarue y la líder del grupo ‘Mujeres que dejan Huella’ Alcira Daza, en una de las reuniones que realizan los lunes en horas de la tarde en el barrio Diana Turbay.

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