En la localidad 18 de Rafael Uribe Uribe, al sur de Bogotá, existe una historia que no se borra con el paso del tiempo. Una historia tejida con agua, manos trabajadoras y encuentros cotidianos que, más de cien años después, sigue viva en la memoria de quienes crecieron alrededor de los nacederos del barrio Diana Turbay.
Las lavanderas marcaron la vida de varias generaciones. Sus pasos, semana tras semana, llegaban desde distintos puntos del territorio hasta los lugares donde el agua corría limpia. Allí no solo se lavaba ropa: se compartían alimentos, se contaban las noticias del barrio, nacían amistades, se hablaba de amores y se vivían las primeras emociones de la infancia. Así lo recuerdan Alicia Gómez, Pedro Cano, Ester Romero y Nelly Guevara, testigos de una época donde la comunidad se encontraba alrededor del agua.
Para Alicia Gómez, los recuerdos siguen intactos: “En la Piedra del Amor me dieron el primer beso. Eran épocas muy bonitas, por la inocencia y las experiencias que vivíamos con los niños de nuestra edad”.
La niñez de muchos transcurrió entre largas jornadas de lavado, risas y conversaciones. Un espacio en particular quedó grabado en la memoria colectiva: la hoy conocida Piedra del Amor, un silencioso testigo de esas juntanzas. Desde allí surgieron historias que fueron más allá de una anécdota: matrimonios, separaciones, reconciliaciones y pactos de amor y lealtad que aún se recuerdan con nostalgia.
Aunque el tiempo ha pasado, la tradición no ha desaparecido. Hoy todavía algunas lavanderas acuden al lugar, impulsadas por la buena calidad del agua y la necesidad de ahorrar unos pesos que alivian la canasta familiar. “Los recibos del agua llegan muy altos, yo vivo aquí hace más de seis meses y vengo cada semana a lavar mi ropita”, cuenta Nelly Guevara, habitante del sector.
Pedro Cano, líder comunitario, resalta cómo esta práctica motivó a la organización barrial: “La gente siguió viniendo a lavar la ropa y esto nos motivó a elaborar una alberca para almacenar el agua y una caseta para evitar que las lavanderas se quemen con el sol o se mojen cuando llueve”.
Las huellas de las lavanderas no solo están en las piedras o en el agua que corre, sino en la memoria viva de Rafael Uribe Uribe. Son parte del patrimonio cultural del barrio, un símbolo de encuentro, resistencia y cuidado comunitario que sigue contando su historia a quienes quieran escucharla.







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