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viernes, 4 de abril de 2025

Mujeres Guerreras que triunfan unidas

 


Amalia Andrade Mesa, fundadora de la Fundación Multiétnica Mujeres Guerreras

Ya hace más de ocho años que conocimos a Amalia Andrade Mesa una palmireña que contaba con 49 años y más de 20 años viviendo como desplaza en la ciudad de Bogotá, estando en su ciudad natal empezó a cultivar su sueño mejorar su calidad de vida y la de los más necesitados, en aquel entonces no sabía cómo hacerlo, pero que sí sabía es que lo lograría.

“Yo siempre decía, si algún día me llego a ganar el baloto, lo primero que hago es colocar una fundación para la gente más necesitada, porque para mí, el servicio social siempre fue mi sueño”, señala mientras vienen a su mente los recuerdos de ‘La Villa de la Palmas’, como se le conoce a la ciudad de Palmira en el Valle del Cauca.

Amalia llegó al barrio Palermo Sur en el año 1999, venía como tantas otras personas buscando una mejor calidad de vida y huyendo de la violencia que azotaba la región, sin embargo, pronto se dio cuenta que las cosas no iban a ser tan fáciles, las escasas oportunidades laborales la hicieron pensar en si la decisión de trasladarse había sido la mejor. Pero su deseo de ayudar otros pronto se hizo popular entre los vecinos.

“Una lideresa del barrio se enteró de mi deseo de colocar una fundación, me ayudó a conformar los estatutos y fue así como fue tomando forma la idea que siempre rondaba en mi cabeza, por ese entonces empecé a realizar trabajos con la comunidad y ahí me di cuenta de que con la fundación podría ayudar a más personas”.

Fue así como el 5 de noviembre de 2014, esta emprendedora se encontraba en las oficinas de la Cámara de Comercio de Bogotá registrando su sueño, la fundación a la cual le puso como nombre ‘Asociación Multiétnica Mujeres Guerreras’.


Miembros de la fundación realizando manualidades 

¿Por qué optó por este nombre?


“Lo de multiétnica es porque yo tengo aquí muchos vecinos que son afrodescendientes, muchos han llegado huyendo del conflicto armado, especialmente de la costa pacífica, su condición de desplazamiento la discriminación y choque cultural con la ciudad los ha golpeado mucho así que pensé que mi fundación les podría ayudar a salir adelante, lo de mujeres guerreras es porque la mayoría son madres cabeza de familia, algunas son separadas, otras son viudas, pero se las han arreglado para salir adelante, así que son guerreras y luchadoras”.

Amalia recuerda que estando en otra fundación del barrio Palermo Sur, un día escucho mencionar el nombre de mujeres guerreras y justamente cuando se encontró buscando el nombre para su fundación lo recordó y allí nació el nombre que hace honor a la mayoría de las mujeres cabeza de hogar que llegan en busca de ayuda.

Pronto descubrió que había muchas personas que se sumaban a su idea de trabajar de forma solidaria y articulada, dentro de las personas que llegaban a la fundación había algunas mujeres que sabían de cocina, de confecciones, de agricultura urbana, de artesanías, así que empezó a gestionar con la alcaldía local capacitación e insumos para fortalecer las habilidades de las mujeres que llegaban por ayuda.

“Al principio no me atendían, tenía que rogar y suplicar, pero poco a poco fue cambiando la actitud de los funcionarios, la empresa privada también me ayudó y las cosas fueron cambiando”, señala Amalia mientras limpia una lagrima que rueda por su mejilla al recordar su pasado de trabajo duro y poco reconocido.

“Alguien de la fundación me dijo que fuéramos a Corabastos a recoger comida en buen estado ya que había muchos niños y nos quedamos cortos para alimentarlos así que un día nos fuimos con costales, canastos, bolsas y recogimos bastante comida, algunos nos regalaban y otros ayudaban a recoger, esa actividad la hemos seguido haciendo por más de 15 años, la solidaridad y el trabajo asociativo produjo resultados maravillosos” agrega Amalia.

Galería fotográfica Mujeres Guerreras


A través de su gestión es guerrera de la vida logró la donación de 10 máquinas de coser, una empresa privada le donó insumos como telas, hilos, forros y otros accesorios para elaboración de prendas de vestir y algunas prendas de lencería, esto permitió que empezarán a elaborar productos para vender y ayudar a los más necesitados.

“El reto era lograr realizar una feria y poder exponer y vender algunas prendas que fabricábamos, postres, artesanías, bebidas ancestrales, productos de agricultura urbana, y lo logramos, empezamos a participar, a organizarnos para ser productivas y a buscar nuevas oportunidades para los miembros de la fundación”.

Amalia sabe que su sueño no para de crecer, hace tres años logró consolidar una sede propia, ya nos es la sala de su casa y el andén donde tantas veces reunió a los miembros de su fundación, ahora tiene cuatro niveles, en cuarto piso vive con su familia, pero los otros tres pisos son para la fundación, allí funciona el taller de confecciones, el aula de aprendizaje, el taller de artesanías, el salón de danzas, la cocina y un espacio de almacenamiento para los mercados que consigue a bajo precio con el Banco de Alimentos de Bogotá. 

“Yo me muevo por todo lado donde creo que me pueden ayudar, aquí en el barrio hay mucha necesidad y mucha gente buscando oportunidades de progresar y de sobrevivir, si nosotros podemos ayudar en algo para mejorar su calidad de vida lo vamos a hacer, mi familia es una bendición, mi esposo, mis hijos me apoyan y juntos sumamos fuerzas para seguir en esta labor social”, señaló Amalia.

Alianzas para llevar más servicios a la comunidad 

Entrevista Amalia Andrade



Población afro, indígena, raizal, palenquera entre otras, son algunos de las que llegan a la Fundación de Amalia, muchos han logrado el apoyo que necesitan para salir adelante con sus familias y mejorar su calidad de vida, la visibilidad de la fundación a través de los medios comunitarios ha permitido que algunas personas se sumen en apoyo de la Fundación.

Sin duda uno de los mejores validadores del trabajo asociativo que realiza esta organización son los cientos de personas que se han beneficiado de la fundación Multiétnica Mujeres Guerreras, veamos la historia que nos contó Maritza.



Los sueños de superación no tienen caducidad

El fenómeno del desplazamiento en Colombia ha sido uno de los más notorios, según el Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno Colombia es el país con mayor número de desplazados internos a causa del conflicto después de Siria, que registraba hasta el 2017 la cifra de 6.3 millones de desplazados históricamente.

Maritza Sánchez Mosquera es una de las 9.888.982 de víctimas del desplazamiento en el país de acuerdo con el informe de Registro único de Víctimas a la fecha, esta mujer chocoana de nacimiento nos contó parte de su historia que la trajo hasta la capital colombiana hace más de veinte años.

“Nací en Condoto (Chocó), pero hace 24 años que vivo en Bogotá a causa del desplazamiento del que fuimos víctimas por parte de grupos armados, fue bastante duro tener que dejarlo todo y salir en busca de nuevas oportunidades”.

Maritza y su familia huyeron para salvar su vida, dejando atrás los años de lucha y trabajo que les había permitido tener una vivienda digna y con cierta tranquilidad, hasta que un día no pudieron pagar la “vacuna” para continuar en esa zona del país.

“Mi familia se dedicaba al trabajo del campo, mi padre cultivaba borojó, yuca, plátano, es decir la agricultura era nuestra principal fuente de sustento, cuando salimos quedamos en una incertidumbre total porque no sabíamos a que nos enfrentaríamos en una ciudad como Bogotá”.

En total salieron de Condoto cuatro familiares de Maritza, para el año 1995 la situación del país era bastante compleja y las grandes ciudades como Bogotá se convertían en receptoras de cientos de personas que llegaban a diario de diferentes partes del país, según cifras del Registro Nacional de Víctimas, de las 8.750.002 personas registradas en el país, 352.873 viven en la capital colombiana, lo que representa el 4,1% del total de víctimas a nivel nacional.

“Llegar a una ciudad que uno no conoce es muy duro, la inseguridad, el clima, el ruido, el estrés que se maneja lo hacen a uno preguntarse si fue una buena idea haber escogido esta ciudad, pero uno termina acostumbrándose”.

Maritza extrañaba no solo los atardeceres de su tierra, sino también la familiaridad que tenía con sus vecinos, “allá uno se conoce con todo el mundo, dialoga con ellos, se hace favores, aquí en la ciudad uno se la pasa encerrado, casi no se conoce con nadie, y el tema de la discriminación no es fácil de sobrellevar”.

Fue el barrio Palermo Sur de la localidad Rafael Uribe Uribe, el sito que eligió Maritza para radicarse con sus hijos, que en esa época tenían dos y un año respectivamente, valga decir que gran parte de la población afro que habitan en Bogotá se encuentra en este sector de la ciudad.

“Aquí uno tiene que rebuscarse la vida, estaba prácticamente sola ya que el padre de mis dos hijos decidió quedarse, yo realizaba distintos trabajos para conseguir lo necesario para ellos, hacía postres típicos, comida de la costa pacífica, trabaja en casas, preparaba bebidas; eso sí, siempre hallaba un trabajo para sacar adelante a mi familia”.

 Maritza también buscó ayuda del Gobierno Distrital, en programas dirigidos a la población afro de Bogotá, y esto contribuyó a que pudiera brindarles la educación a sus hijos y tratar de superar el trauma que le había dejado el desplazamiento.

“Afortunadamente he recibido ayuda de diferentes personas e instituciones, hace 9 años hago parte de la Fundación Multiétnica Mujeres Guerreras, creada por señora Amalia Andrade, ella nos ha colaborado mucho, hemos obtenido muchos beneficios de esta Fundación, no solo en sentido económico, sino también de capacitación en varios cursos de gran utilidad para mi familia”.

La angustia que puede dejar un desplazamiento es algo que Maritza ha logrado sortear al lado de sus hijos, actualmente tiene un niño de cinco años con su nueva pareja, sus hijos mayores son un apoyo para ella, todos se graduaron como bachilleres con apoyo de la Fundación Multiétnica Mujeres Guerreras.

“Maritza es una de las mujeres afro que más nos colabora aquí en la Fundación, es una mujer muy humanista, siempre está dispuesta a trabajar en equipo y aquí les hemos podido colaborar para que todos salgan adelante”, manifestó Amalia Andrade, representante legal de la Fundación Multiétnica Mujeres Guerreras.

“Me siento muy contento de haber obtenido mi título de bachiller, gracias a la Fundación, a mi esposa que siempre me ha animado a seguir adelante, mi sueño es continuar preparándome para mejorar mi nivel de vida y el de mi familia, hemos encontrado muchas oportunidades y agradecemos la hospitalidad que nos ha brindado esta localidad”, declaró Heriberto Ruíz Sánchez, esposo de Maritza.

Esta chocoana es una de las muchas mujeres emprendedoras que se siente orgullosa de su raza negra, el desplazamiento no ha sido obstáculo para superarse y tener la resiliencia necesaria para adaptarse a esta ciudad y buscar nuevas oportunidades de superación.

“Hace pocos meses recibimos un capital semilla que nos permitirá crear una pequeña empresa de productos gastronómicos de nuestra tierra como empanadas, sopas, cocadas, bebidas; aquí seguimos buscando la forma de continuar hacia adelante, sabemos que cuando la noche está más oscura es porque el amanecer está cerca, no nos sentimos abandonados ni desgraciados, al contario nos sentimos bendecidos con todo lo que hemos recibido”.

 Maritza continúa trabajando por sus sueños, quiere conseguir un colegio especial para su hijo menor quien padece una discapacidad cognitiva y seguir contribuyendo a la Fundación Multiétnica Mujeres Guerreras, de la cual es miembro hace más de cuatro años, su actitud proactiva y apoyo incondicional ha sido muy valioso en las diversas actividades que realizan en diferentes barrios de la localidad Rafael Uribe Uribe.

“La asociatividad sí funciona cuando todos trabajan en pro de un bienestar común” dice Amalia cuando le preguntamos por éxito de su fundación. “Aquí todos trabajamos, todos aportamos, todos nos volvemos un solo equipo para que las cosa funcionen, ahora estamos mejor organizados, hemos estudiado, nos hemos capacitado para servir mejor, para llegar a más personas, esto no ha sido fácil, pero si muy gratificante, todo lo hemos logrado gracias al espíritu solidario que tenemos al trabajo asociativo que venimos realizando”, concluyó Amalia.

La historia de la Fundación Multiétnica Mujeres Guerreras es solo un ejemplo de cómo la asociatividad produce resultados, que son la suma del aporte de muchos, de los saberes y habilidades que un día se unieron para un fin común y que hoy los hace sentir tan empoderados que para ellos no hay techo que pueda detener sus sueños y metas que construyen para el beneficio de todos.




Entrevista Maritza Sánchez miembro de la fundación


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